Cuando todos los resultados son favorables, el Neo-Faes se dosifica y envasa en ampollas..
«Fue entonces cuando circunstancias que no hace al caso detallar cumplieron nuestras aspiraciones colocándonos al frente de una Clínica en la que, por la clase y número de sus enfermos y por sus amplísimos medios de investigación diagnóstica y terapéutica, pudimos dedicarnos durante muchos años al estudio de las diferentes modalidades de los tratamientos neosalvarsánicos, utilizando desde las dosis mínimas y diarias de Sicard hasta las atrevidas de Thompsom y las insólitas de Leredde, amén de practicar el maximal frühbehandlund de Hoffmann; donde comparamos los resultados de los tratamientos puramente arsenicales con los mixtos -arsenomercuriales y arsenobismúticos-; donde intentamos rehabilitar al desdeñado mercurio, empleándolo en altas dosis por vía intravenosa; donde ensayamos numerosa serie de preparados bismúticos (Trepol, Neotrepol, Casbis, Wismulen, Muthanol, Quimby, Rubyl, etc.); donde probamos fortuna en desdichados enfermos de tabes y parálisis general con el tratamiento endolumbar de Gennerich, no obstante recurrir a sueros salvarsanizados y a soluciones arsenicales y bismúticas, sin obtener, en ningún caso, los excelentes resultados tan encomiados por algún famoso neurólogo (lafora); donde comprobamos, en dilatada serie de enfermos, la utilidad de la paludización y la piroterapia vacunal en el tratamiento de la sífilis, llegando al atrevimiento de esa fuerte cosa que es paludizar lúes e individuos jóvenes (Sáinz de Aja); donde asistimos con propia experiencia al amanecer, cénit, y fugaz ocaso de los salvarsanes metálicos (Silbersalvarsán y NeoSilbersalvarsán); donde observamos el rotundo fracaso de los arsenicales (Stovarsol, Spirocid y Treparsol) administrados por vía oral, que alguien proclamó insuperables (Clement Simon); etc., etc.»